GASTON FERNANDO DELIGNE (1861-1913)
Gastón Fernando Deligne, hijo de
Gastón Deligne y Ángela Figueroa, nació en Santo Domingo el 23 de octubre de
1861. Al quedar huérfano, fue protegido por el presbítero Francisco Xavier
Billini, en cuyo Colegio San Luis Gonzaga pudo realizar sus estudios, hasta el
bachillerato. En su juventud se trasladó a San Pedro de Macorís. Allí vivió
trabajando durante más de veinte años como jefe de contabilidad en una casa
comercial. No intervino en política ni ocupó cargo oficial alguno.
Disciplinado y
estudioso, dedicó su tiempo y sus recursos a su perfeccionamiento intelectual. Reunió
una excelente biblioteca y llegó a poseer el latín y varias lenguas modernas.
En torno suyo se fue formando un círculo literario, sobre el cual ejerció
decisiva influencia, que traspasaba, por lo demás, los estrechos límites de
aquel ámbito local. Con su propio nombre, o bajo diferentes seudónimos,
colaboró en numerosos periódicos, principalmente en “El Teléfono”, “Letras y
Ciencias”, “El Cable”, “El Lápiz”, la “Revista Ilustrada” y “La Cuna de
América”, de Santo Domingo, y “Cuba Literaria”, de Santiago de Cuba. (Llorens,
1984).
En sus estudios
literarios don Pedro Henríquez Ureña dedica un espacio especial para estudiar
la obra poética de Gastón Deligne.
ANGUSTIAS
Al
poeta Arturo Pellerano Castro.
Su
mano de mujer está grabada
Hasta
en el lazo azul de la cortina;
No
hay jarrones de China,
Pero
es toda la estancia una monada.
Con
un chico detalle,
gracia
despliega y bienestar sin tasa,
a pesar de lo pobre de la casa,
a
pesar de lo triste de la calle.
Cuando
el ardiente hogar chispas difunde,
Cuando
la plancha su trabajo empieza,
Para
cercar de lumbre su cabeza,
en
sólo un haz se aduana
el
brillo de dos luces soberanas:
un
fragmento de sol, en las ventanas;
un
destello de aurora, en una cuna.
¡Qué
cima del ayer a lo presente!...
Allá,
en retrospectivos horizontes,
la
desgracia pasó sobre su frente,
cual
una tempestad sobre los montes.
¡Era
muy bella, por extremo bella!;
y
estuvo en su mirada
la
candente centella
donde
prendió su roja llamarada
la
pira que más tarde la consume,
la
que le hurto de tímida violeta,
con
el tierno matiz, todo el perfume.
Fué
su triste caída,
lo
mismo solitaria que completa;
y
como casos tales de amargura,
desde
ella hasta Luzbel todo es lo mismo;
una
vez desprendida de la altura,
cebó
en ella sus garras el abismo.
Quedó
al horror sumisa
con
expresión que, por tranquila, espanta;
apagada
en los labios la sonrisa,
extinguida
la nota en la garganta.
Flotó
en la hirviente ola
con
el raudo vaivén del torbellino,
y
se encontró…sentada en el camino,
entristecida,
macilenta y sola…
Pero
así como planta que caída,
después
que la desnuda
rama
por rama la tormenta cruda;
a
pesar de la fuerza que la azota,
de
la raíz asida
queda,
y más tiernos sus renuevos brota;
cuando
estaba su oriente más distante,
y
más desfallecida la materia,
brotó
la salvación dulce y radiante
por donde entró señora la miseria.
Si
es cierto que invisibles
pueblan los aires almas luminosas,
hubieron
de acudir a aquel milagro,
como
van a la luz de las mariposas.
Así
el suceso su mansión inunda
con
tintes apacibles:
la
gran madre fecunda,
naturaleza
sabia y bienhechora,
miró
piadosa su profunda pena,
palpó
la enfermedad que la devora;
en
su amor infinito,
la
puso frente a frente de una cuna:
a
la vez que vocero del delito,
de
calma y redención anunciadora.
¡Quién
dirá lo que siente
al
verse de la cuna frente a frente!...
Su
corazón se deslié,
y
al hijo que es su gloria y su embeleso,
le
premia con un beso, si es que ríe;
le
acalla, si es que llora, con un beso.
Al
calor que la enciende,
Cuántas
cosas le dice,
que
el diminuto infante no comprende,
tan
tiernas a la par como sencillas.
¡Es
un desbordamiento de ternuras,
sin
valladares, límites, ni orillas!
De
pronto, en su alma sube
la hiel de sus pasadas desventuras;
y
mientras surca y moja sus mejillas
llanto a la vez de dicha y desconsuelo,
cual si Dios la empujase desde el cielo,
¡Cayó
junto a la cuna de rodillas!
Y
ante el espacio estrecho
que
ocupa aquella cuna temblorosa,
como
se abre el botón de un alba rosa,
la
rosa del deber se abrió en su pecho.
Reída
arborescencia
La
que de angustia el camino ensancha,
Escrita
en surcos de la urente plancha
y
en serena quietud de la conciencia.
¿Hay
algo oculto y serio
entre los pliegues de su afán constante?...
¿Anubla
su semblante
la
vagarosa bruma de un misterio?...
La
audaz de la vecina
que,
cual prójima toda, es muy ladina,
quita
el misterio de la tupida venda,
desparrama
la cosa
con
todo ese chispear de vivas ascuas:
“El
chiquitín, un sol; cerca las pascuas;
y
le trae preocupada y afanosa el trajecito aquel que vió en la tienda”
Por
eso, y así el Bóreas yazga inerme
O
airado sople con violento empuje,
Angustias
canta, el pequeñuelo duerme,
la
plancha suena, la madera cruje.
Arturo
Pellerano Castro (1865-1916)
Al
sentirse visiblemente afectado por la terrible enfermedad que había llevado al
sepulcro a su hermano Rafael, se suicidó. Ocurrió su muerte en San Pedro de
Macorís, el 18 de enero de 1913. Por su originalidad creadora, por la
profundidad y acabado desarrollo de sus temas, por su singular eficacia
expresiva, Gastón Deligne sobresale entre todos los poetas dominicanos. Su
tendencia es filosófica, esto lo plantea Vicente Llorens en su libro de
“Antología de la Poesía Dominicana 1844-1944”. “Para él como para Browning – dice Pedro
Henríquez Ureña – todo es problema: la estructura de sus mejores poemas es el
proceso espiritual que se bosqueja con brevedad, se desenvuelve con amplitud,
culmina con golpe resonante y se cierra, según la ocasión, rápida o lentamente,
en sintesis de intención filosófica”. Esta tendencia caracteriza también sus
mejores composiciones políticas –como Ololoi
–convirtiéndole en un “poeta nacional de nuevo tipo”, que en vez de entonar
cantos heroicos o civiles, “medita sobre los problemas de la patria”.
Obras:
Soledad, Santo Domingo, 1897, 25 págs. (poema).- Galaripsos, Santo Domingo, 1908, 216 págs. (poesías). – Romances de la Hispaniola, San Pedro de
Macorís, 1913, 31 págs. (Edición y prólogo de Domingo Moreno Jiménez. Contiene
cuatro composiciones).- Páginas
olvidadas, Ciudad Trujillo, 1944, 311 págs. (Edición preparada y prologada
por Emilio Rodríguez Demorizi. Recoge toda la producción poética de Deligne rara. – Como Soledad -, dispersa o inédita y sus
trabajos en prosa.
Consultar,
además de los prólogos de Domingo Moreno Jiménez y Emilio Rodríguez Demorizi:
Lucas T. Gibbes, artículos sobre Soledad en
“El Quisqueyano” y “El Teléfono”, junio y julio 1887. – Eugenio María de
Hostos, artículo sobre Soledad en “El
Teléfono”, 7 de agosto 1887; reproducido por Emilio Rodríguez Demorizi en su
libro Hostos en Santo Domingo, I,
1939.- Rafael A. Deligne, artículo en “Letras y Ciencias”, 5 agosto 1893. –
Rafael Abreu Licairac, artículos polémicos en “Listín Diario”, junio-septiembre
1894, y replicas de Deligne en “El Teléfono”, bajo el seudónimo de Gumersinda Dávila y con su nombre.- Luis
A. Bermúdez, en la revista “Prosa y Versos de Macorís del Este, septiembre
1895.- Américo Lugo, en “Listín Diario, 27 de febrero 1900.- Víctor M. Castro,
en Del Ostracismo, 1904.- Osvaldo
Bazil, articulo en “La Cuna de América”, 27 marzo 1904.- Pedro Henríquez Ureña, articulo en la “Cuna de
América”, 18 diciembre.- Américo Lugo, Bibliografía,
págs. 102-103.- Pedro Henríquez Ureña , articulo en “La Cuna de América”, 15
de junio 1907.- Pedro Henríquez Ureña, articulo en “La Cuna de América”, 11
octubre 1908, reproducido en su libro Horas
de Estudio, 1910.- J. Humberto Ducoudray, articulo en “La Cuna de América”,
Federico García Godoy, capítulo de La hora que pasa, 1910- Manuel F.
Cestero, Ensayos críticos, I, Gastón F.
Deligne, 1911, 64 págs.- Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia
de la Poesía- hispano-americana, I, en nota a la página 310.- Artículos publicados en 1913, después de la muerte de
Deligne, en “La Cuna de América” (Manuel F. Cestero, Arístides García Gómez,
Dr. Miguel Antonio Garrido, Primitivo Herrera, Gustavo A. mejía), y en el
“Listín Diario” (Vetilio Arredondo y Primitivo Herrera, entre otros). –
“Crisantemos”, febrero 1913. (Número dedicado a Deligne con trabajos de Rafael
Augusto Sánchez, Baldemaro Rijo, Aquiles Angulo Guridi y otros).- Ofrenda al poeta Gastón Fernando Deligne, San
Pedro de Macorís, 1914, 106 págs. (Con trabajos en prosa o verso, de Federico Bermúdez,
Quiterio Berroa, J. Humberto Ducoudray, Federico García Godoy, Porfirio
Herrera, F. E. Moscoso Puello, Emilio A. Morel y otros).- Federico García
Godoy, en La literatura dominicana, 1916,
en capitulo reproducido en “La Cuna de América”, 30 septiembre, 8 octubre
1916.- Pedro Henríquez Ureña, Cuadernos
de Poesía dominicana. (Museo Nacional).- Federico García Godoy, articulo en
“Letras”, 21 de octubre 1917.- Osvaldo Bazil, en Movimiento intelectual dominicano, 1922.- Federico Henríquez y
Carvajal, articulo reproducido en el mensuario “X”, septiembre 1925.- Trabajos
varios en prosa y verso, en Álbum del cincuentenario de San Pedro de
Macorís, 1932.-Crispin Ayala Duarte, en Tratado
antológico-critico de la literatura dominicana, “Boletín de Academia
Venezolana”, I, 1934.-Articulos en “Listín Diario” y “La Opinión”, noviembre
1938, con ocasión de homenaje a Deligne sugerido por el Generalísimo Rafael Leónidas Trujillo (Fabio Fiallo,
Emilio Rodríguez Demorizi, Máximo Coiscou Henríquez y otros).-Abigail Mejía, Historia de la literatura dominicana, págs. 110-117.-
Abigail Mejía, en la revista “América” de la Habana, julio 1939.- Emilio Rodríguez
Demorizi, artículos en la “La Nación”, 10 abril 1940 y 24 agosto 1941.- Pedro Henríquez
Ureña, en el capitulo Santo Domingo de la edición española de la Historia Universal de la literatura de S.
Prampolini, vol. XII, 1941.- Emilio Rodríguez Demorizi, en Del romancero dominicano, 1943.-Pedro René Contín Aybar, en Antología poética dominicana, 1943.- Héctor Incháustegui
Cabral, artículos sobre lo humano en la
poesía dominicana, en “La Opinión”, julio 1943.
Procedencia
de los textos: Con excepción del romance Bayajá,
(Publicado en “Páginas”, 15 agosto 1900 y reproducido por Emilio Rodríguez
Demorizi en Del romancero dominicano, 1943)
y de A sor de María de las Nieves (Publicada
en la revista “Ateneo”, octubre 1912),las demás composiciones están contenidas
en el libro Galaripsos.