viernes, 13 de mayo de 2016

Poetisa de América

SALOMÉ UREÑA DE HENRÍQUEZ 
(1850 – 1897)
Nació en Santo Domingo. Fue poeta y pedagoga. Todavía se le considera como la figura central de la poesía lírica dominicana de mediados del siglo XIX y también innovadora de la educación femenina en su país.
Fue hija del también escritor y preceptor Nicolás Ureña de Mendoza. Sus primeras lecciones las tomó de su madre Gregoria Díaz. Más tarde su padre la llevó de la mano en la lectura de los clásicos, tanto españoles como franceses. Debido a ello, la joven Salomé alcanzó una educación y formación intelectual y literaria que ayudaría a codearse con el mundo literario de su país a los quince años. Se casó con el escritor, médico y abogado Francisco Henríquez y Carvajal.
A los 20 años casó con don Francisco Henríquez y Carvajal. Les nacieron cuatro hijos: Francisco, Pedro, Max y Camila Henríquez Ureña. Su tercer hijo, Max, llegaría a ser una de las lumbreras humanísticas más destacadas de la América Hispana en el siglo XX.
Alentada por su esposo, en 1881 instituyó en la Isla el primer centro femenino de enseñanza superior, nombrada Instituto de Señoritas. A los cinco años de su iniciación, se diplomaron las primeras seis maestras normales.
Publicó sus primeros poemas a la edad de 17 años. Su estilo nítido y espontáneo se manifiesta muchas veces lleno de ternura, como ocurre en El Ave y el Nido, en otras se vuelve trágico, como En horas de angustia y otras veces su verso se torna viril y patriótico como en A la Patria y en Ruinas. La poetisa cantó a su patria, a su panorama hermoso, a sus hijos, a su esposo, a las flores, a la isla misma, como ocurre en La llegada del invierno.
Murió relativamente joven a la edad de 47 años, debido a la tuberculosis.



El poeta Pedro Mir

PEDRO MIR 
(1913 – 2000)
Nació en San Pedro de Macorís y murió en Santo Domingo. Poeta, narrador, ensayista y profesor universitario dominicano. Por su profunda voz poética se le considera como uno de los grandes bardos de la poesía hispanoamericana con tema de compromiso social, a favor de los explotados.
Hijo de un cubano y una puertorriqueña, vivió en un área dedicada al cultivo de la caña de azúcar. Esta mezcla de razas y culturas que le tocó vivir se manifiesta en la su labor de poeta, que se puede ver reflejada en muchos de sus mejores poemas.
Estudió Leyes en la Facultad de Derecho y se doctoró en esta materia, llegando a ser profesor universitario. Pero su fama le viene de sus poemas que aparecieron por primera vez en Listín Diario. Estos primeros poemas despertaron el interés de algunos críticos, pensando que sería el portavoz y mensajero de la voz dominicana de aquellos tiempos inquietos.
Pero esta esperanza no se hizo sentir hasta que, desde el exilio en Cuba, apareció su largo poema: "Hay un país en el mundo", con el subtítulo de "Poema gris en varias ocasiones", hermoso canto a su país de origen, Santo Domingo, carente de identidad y libertad por haber estado siempre colonizado socioeconómica y políticamente por potencias extranjeras. Este primer poema vino a considerársele como una nueva poética. Todo su poemario, de hecho, es un grito de protesta contra estas fuerzas ajenas y una llamada de atención a la falta de identidad nacional. Con este poema se consagró el poeta más representante de su país en el siglo XX y, quizás, uno de los más grandes del mundo de las letras hispanoamericanas.
Le siguieron a éste otros poemas importantes, como "Si alguien quiere saber cuál es mi patria", "Amén de mariposas" y "Concierto de esperanza para la mano izquierda", etc., de los cuales damos algunos ejemplos aquí.
Pedro Mir se convirtió, no solamente en el interés de los críticos, por el valor estético de sus poemas, sino también de su gente, en "la voz del pueblo", puesto que incluso por las calles muchos iban recitando sus masivos e iluminados poemas sociales. Quizás por ese retintineo, esos versos en forma de estribillos, ese martilleo constante y ese ritmo interno en forma de baile. Es todo él una mezcla de popularismos y cultismos, cosa muy inusitada entre los poetas de su categoría.


martes, 10 de mayo de 2016

EL PRINCIPE DE LA POESIA DOMINICANA

GASTON FERNANDO DELIGNE (1861-1913) 




Gastón Fernando Deligne, hijo de Gastón Deligne y Ángela Figueroa, nació en Santo Domingo el 23 de octubre de 1861. Al quedar huérfano, fue protegido por el presbítero Francisco Xavier Billini, en cuyo Colegio San Luis Gonzaga pudo realizar sus estudios, hasta el bachillerato. En su juventud se trasladó a San Pedro de Macorís. Allí vivió trabajando durante más de veinte años como jefe de contabilidad en una casa comercial. No intervino en política ni ocupó cargo oficial alguno.
Disciplinado y estudioso, dedicó su tiempo  y sus  recursos a su perfeccionamiento intelectual. Reunió una excelente biblioteca y llegó a poseer el latín y varias lenguas modernas. En torno suyo se fue formando un círculo literario, sobre el cual ejerció decisiva influencia, que traspasaba, por lo demás, los estrechos límites de aquel ámbito local. Con su propio nombre, o bajo diferentes seudónimos, colaboró en numerosos periódicos, principalmente en “El Teléfono”, “Letras y Ciencias”, “El Cable”, “El Lápiz”, la “Revista Ilustrada” y “La Cuna de América”, de Santo Domingo, y “Cuba Literaria”, de Santiago de Cuba. (Llorens, 1984).  
En sus estudios literarios don Pedro Henríquez Ureña dedica un espacio especial para estudiar la obra poética de Gastón Deligne.


ANGUSTIAS
Al poeta Arturo Pellerano Castro.     






Su mano de mujer está grabada
Hasta en el lazo azul de la cortina;
No hay jarrones de China,
Pero es toda la estancia una monada.
Con un chico detalle,
gracia despliega y bienestar sin tasa,
a  pesar de lo pobre de la casa,
a pesar de lo triste de la calle.
Cuando el ardiente hogar chispas difunde,
Cuando la plancha su trabajo empieza,
Para cercar de lumbre su cabeza,
en sólo un haz se aduana
el brillo de dos luces soberanas:
un fragmento de sol, en las ventanas;
un destello de aurora, en una cuna.

¡Qué cima del ayer a lo presente!...
Allá, en retrospectivos horizontes,
la desgracia pasó sobre su frente,
cual una tempestad sobre los montes.
¡Era muy bella, por extremo bella!;
y estuvo en su mirada
la candente centella
donde prendió su roja llamarada
la pira que más tarde la consume,
la que le hurto de tímida violeta,
con el tierno matiz, todo el perfume.
Fué su triste caída,
lo mismo solitaria que completa;
y como casos tales de amargura,
desde ella hasta Luzbel todo es lo mismo;
una vez desprendida de la altura,
cebó en ella sus garras el abismo.


Quedó al horror sumisa
con expresión que, por tranquila, espanta;
apagada en los labios la sonrisa,
extinguida la nota en la garganta.
Flotó en la hirviente ola
con el raudo vaivén del torbellino,
y se encontró…sentada en el camino,
entristecida, macilenta y sola…
                                                                   
Pero así como planta que caída,
después que la desnuda
rama por rama la tormenta cruda;
a pesar de la fuerza que la azota,
de la raíz asida
queda, y más tiernos sus renuevos brota;
cuando estaba su oriente más distante,
y más desfallecida la materia,
brotó la salvación dulce y radiante
 por donde entró señora la miseria.
Si es cierto que invisibles
 pueblan los aires almas luminosas,
hubieron de acudir a aquel milagro,
como van a la luz de las mariposas.


Así el suceso su mansión inunda
con tintes apacibles:
la gran madre fecunda,
naturaleza sabia y bienhechora,
miró piadosa su profunda pena,
palpó la enfermedad que la devora;
en su amor infinito,
la puso frente a frente de una cuna:
a la vez que vocero del delito,
de calma y redención anunciadora.
¡Quién dirá lo que siente
al verse de la cuna frente a frente!...
Su corazón se deslié,
y al hijo que es su gloria y su embeleso,
le premia con un beso, si es que ríe;
le acalla, si es que llora, con un beso.


Al calor que la enciende,
Cuántas cosas le dice,
que el diminuto infante no comprende,
tan tiernas a la par como sencillas.
¡Es un desbordamiento de ternuras,
sin valladares, límites, ni orillas!
De pronto, en su alma sube
 la hiel de sus pasadas desventuras;
y mientras surca y moja sus mejillas
 llanto a la vez de dicha y desconsuelo,
 cual si Dios la empujase desde el cielo,
¡Cayó junto a la cuna de rodillas!
Y ante el espacio estrecho
que ocupa aquella cuna temblorosa,
como se abre el botón de un alba rosa,
la rosa del deber se abrió en su pecho.

Reída arborescencia
La que de angustia el camino ensancha,
Escrita en surcos de la urente plancha
y en serena quietud de la conciencia.
¿Hay algo oculto y serio
 entre los pliegues de su afán constante?...
¿Anubla su semblante
la vagarosa bruma de un misterio?...
La audaz de la vecina
que, cual prójima toda, es muy ladina,
quita el misterio de la tupida venda,
desparrama la cosa
con todo ese chispear de vivas ascuas:
“El chiquitín, un sol; cerca las pascuas;
y le trae preocupada y afanosa el trajecito aquel que vió en la tienda”


Por eso, y así el Bóreas yazga inerme
O airado sople con violento empuje,
Angustias canta, el pequeñuelo duerme,
la plancha suena, la madera cruje.

Arturo Pellerano Castro (1865-1916)





MUERTE DEL POETA





Al sentirse visiblemente afectado por la terrible enfermedad que había llevado al sepulcro a su hermano Rafael, se suicidó. Ocurrió su muerte en San Pedro de Macorís, el 18 de enero de 1913. Por su originalidad creadora, por la profundidad y acabado desarrollo de sus temas, por su singular eficacia expresiva, Gastón Deligne sobresale entre todos los poetas dominicanos. Su tendencia es filosófica, esto lo plantea Vicente Llorens en su libro de “Antología de la Poesía Dominicana 1844-1944”.  “Para él como para Browning – dice Pedro Henríquez Ureña – todo es problema: la estructura de sus mejores poemas es el proceso espiritual que se bosqueja con brevedad, se desenvuelve con amplitud, culmina con golpe resonante y se cierra, según la ocasión, rápida o lentamente, en sintesis de intención filosófica”. Esta tendencia caracteriza también sus mejores composiciones políticas –como Ololoi –convirtiéndole en un “poeta nacional de nuevo tipo”, que en vez de entonar cantos heroicos o civiles, “medita sobre los problemas de la patria”.

Obras: Soledad, Santo Domingo, 1897, 25 págs. (poema).- Galaripsos, Santo Domingo, 1908, 216 págs. (poesías). – Romances de la Hispaniola, San Pedro de Macorís, 1913, 31 págs. (Edición y prólogo de Domingo Moreno Jiménez. Contiene cuatro composiciones).- Páginas olvidadas, Ciudad Trujillo, 1944, 311 págs. (Edición preparada y prologada por Emilio Rodríguez Demorizi. Recoge toda la producción  poética de Deligne rara. – Como Soledad -, dispersa o inédita y sus trabajos en prosa.
Consultar, además de los prólogos de Domingo Moreno Jiménez y Emilio Rodríguez Demorizi: Lucas T. Gibbes, artículos sobre Soledad en “El Quisqueyano” y “El Teléfono”, junio y julio 1887. – Eugenio María de Hostos, artículo sobre Soledad en “El Teléfono”, 7 de agosto 1887; reproducido por Emilio Rodríguez Demorizi en su libro Hostos en Santo Domingo, I, 1939.- Rafael A. Deligne, artículo en “Letras y Ciencias”, 5 agosto 1893. – Rafael Abreu Licairac, artículos polémicos en “Listín Diario”, junio-septiembre 1894, y replicas de Deligne en “El Teléfono”, bajo el seudónimo de Gumersinda Dávila y con su nombre.- Luis A. Bermúdez, en la revista “Prosa y Versos de Macorís del Este, septiembre 1895.- Américo Lugo, en “Listín Diario, 27 de febrero 1900.- Víctor M. Castro, en Del Ostracismo, 1904.- Osvaldo Bazil, articulo en “La Cuna de América”, 27 marzo 1904.-  Pedro Henríquez Ureña, articulo en la “Cuna de América”, 18 diciembre.- Américo Lugo, Bibliografía, págs. 102-103.- Pedro Henríquez  Ureña , articulo en “La Cuna de América”, 15 de junio 1907.-  Pedro Henríquez  Ureña, articulo en “La Cuna de América”, 11 octubre 1908, reproducido en su libro Horas de Estudio, 1910.- J.  Humberto  Ducoudray, articulo en “La Cuna de América”, Federico García  Godoy, capítulo de La hora que pasa, 1910- Manuel F. Cestero, Ensayos críticos, I, Gastón F. Deligne, 1911, 64 págs.- Marcelino Menéndez  y Pelayo, Historia de la Poesía- hispano-americana, I, en nota a la página 310.- Artículos  publicados en 1913, después de la muerte de Deligne, en “La Cuna de América” (Manuel F. Cestero, Arístides García Gómez, Dr. Miguel Antonio Garrido, Primitivo Herrera, Gustavo A. mejía), y en el “Listín Diario” (Vetilio Arredondo y Primitivo Herrera, entre otros). – “Crisantemos”, febrero 1913. (Número dedicado a Deligne con trabajos de Rafael Augusto Sánchez, Baldemaro Rijo, Aquiles Angulo Guridi y otros).- Ofrenda al poeta Gastón Fernando Deligne, San Pedro de Macorís, 1914, 106 págs. (Con trabajos en prosa o verso, de Federico Bermúdez, Quiterio Berroa, J. Humberto Ducoudray, Federico García Godoy, Porfirio Herrera, F. E. Moscoso Puello, Emilio A. Morel y otros).- Federico García Godoy, en La literatura dominicana, 1916, en capitulo reproducido en “La Cuna de América”, 30 septiembre, 8 octubre 1916.- Pedro Henríquez Ureña, Cuadernos de Poesía dominicana. (Museo Nacional).- Federico García Godoy, articulo en “Letras”, 21 de octubre 1917.- Osvaldo Bazil, en Movimiento intelectual dominicano, 1922.- Federico Henríquez y Carvajal, articulo reproducido en el mensuario “X”, septiembre 1925.- Trabajos varios en prosa y verso, en  Álbum del cincuentenario de San Pedro de Macorís, 1932.-Crispin Ayala Duarte, en Tratado antológico-critico de la literatura dominicana, “Boletín de Academia Venezolana”, I, 1934.-Articulos en “Listín Diario” y “La Opinión”, noviembre 1938, con ocasión de homenaje a Deligne sugerido por el Generalísimo  Rafael Leónidas Trujillo (Fabio Fiallo, Emilio Rodríguez Demorizi, Máximo Coiscou Henríquez y otros).-Abigail Mejía, Historia de la literatura dominicana, págs. 110-117.- Abigail Mejía, en la revista “América” de la Habana, julio 1939.- Emilio Rodríguez Demorizi, artículos en la “La Nación”, 10 abril 1940 y 24 agosto 1941.- Pedro Henríquez Ureña, en el capitulo Santo Domingo de la edición española de la Historia Universal de la literatura de S. Prampolini, vol. XII, 1941.- Emilio Rodríguez Demorizi, en Del romancero dominicano, 1943.-Pedro René Contín Aybar, en Antología  poética dominicana, 1943.- Héctor Incháustegui Cabral, artículos sobre lo humano en la poesía dominicana, en “La Opinión”, julio 1943.
Procedencia de los textos: Con excepción del romance Bayajá, (Publicado en “Páginas”, 15 agosto 1900 y reproducido por Emilio Rodríguez Demorizi en Del romancero dominicano, 1943) y de A sor de María de las Nieves (Publicada en la revista “Ateneo”, octubre 1912),las demás composiciones están contenidas en el libro Galaripsos.


LA NOVELA DOMINICANA


Manuel de Jesús Galván


Manuel de  Jesús Galván nació en Santo Domingo el 13 de enero de 1834 y murió en San Juan de Puerto Rico en 13 de diciembre de 1910. Con Manuel de Jesús Heredia y otros jóvenes fundó en 1854 la sociedad Amantes de las Letras, a la que legó su bíblioteca don Rafael María Baralt, y en cuyo órgano “El Oasis” se publicaron sus primeros escritos, en verso, bajo el seudonimo de Emmanuel. Formó parte del gobierno de Ulisis Francisco Espaillat en 1876 como ministro de Relaciones Exteriores, cargo en que dio muestras de singular capacidad y que volvió a desempeñar posteriormente en tres ocasiones (1879, 1893, 1903). Como hombre de leyes, además de distinguirse notablemente en el ejercicio de la abogacia, fue presidente de la Suprema Corte (1883-1889). (Llorens, 1987).
Destaca don Vicente Llorens en su antologia de la prosa dominicana que Galván debe la justa fama de “Principe de nuestras letras” a su Enriquillo, considerado como una de las novelas históricas más importantes de la literatura hispanoamericana. A la rara perfección de esta obra, escrita en “prosa castiza, pulcra, de ritmo lento y solemne”, contribuyen por igual su interés narrativo, el orden y equilibrio de la composición, la grandeza de su fondo histórico y los nobles ideales humanos que la inspiran.
obra maestra de Manuel de jesús Galván, el Enriquillo (su nombre indigena es Guarocuya)  no da por si solo toda la medida del talento literario del autor. La pureza y señorial elegancia del estilo de Galván resplandecen asimismo en otros trabajos literarios y políticos, en sus discursos y en sus cartas, que revelan al propio tiempo una personalidad nada común, por la ponderación y claridad de su juicio y su exquisita urbanidad y tacto. Galván colaboró en diversos periódicos, tanto nacionales como extranjeros. Aparte de los mencionados, escribió principalmente en “La Actualidad”, “El Eco de la Opinión”, “El Teléfono”, y por último en el “Listin Diario”, sobre cuestiones políticas en general. Colarobó, en prosa y verso, en revistas de carácter literarios como la “Revista Científica, Literaria y de Conocimientos útiles”, “Letras y Ciencias”, “El Hogar”, “Ciencias, Artes y Letras” y la “Revista Ilustrada”. En Puerto Rico fue el inspirador de “La España Radical”. Entre sus novelas cortas figuran “Elvira y Manfredo”, “Federico o el aburrimiento”, “La puericracia”, con selección y prólogo de Manuel Nuñez.

Obras: novela  Enriquillo. Leyenda histórica dominicana. Santo Domingo, 1879, 150 págs. (Contiene sólo la primera parte. Ejemplar en la biblioteca del Lic. Emilio Rodriguez Demorizi); segunda edición, con la obra completa, Santo Domingo, 1882, VI-336 págs. (Prologo de José Joaquín Pérez); tercera edición, Barcelona, 1909, IV-490 págs. (Con nota preliminar del autor y carta de José Martí).- El arreglo de la cuestión dominico-española de 1879. Controversia histórica sostenida en 1889 entre “El Teléfono” y “El Eco de la Opinión”, Santo Domingo, 1891, 99 págs. (Véase la nota bibliográfica correspondiente a José Gabriel García).

miércoles, 4 de mayo de 2016

La Prosa

 Prosistas Destacados  en la Literatura Dominicana del Siglo XIX.
Después del proceso de independencia de un pueblo la narrativa creada se cuanta como propia de un país. Esto es, la producción literaria de sus ciudadanos. Entre estos narradores destaca Antonio DelMonte y Tejada quien nació en Santiago de los Caballeros el 29 de septiembre 1783 y muere en 1861.




“Antonio Del Monte y Tejada escribió en prosa magistral una historia de Santo Domingo: esfuerzo grande para su tiempo, pobre en fuentes. Cuando deje de leerse como historia, podrá leerse como literatura” (Pedro Henríquez Ureña).
Entre sus obras destaca: Historia de Santo Domingo, Santo Domingo, 4 vols., 1890-92, XVI-319, 296, 292-XVI y 313 págs. (Publicada por nuestra Sociedad Literaria “Amigos del País”. En la Habana había aparecido únicamente el primer volumen, en 1853). (Llorens, 1987).






ALEJANDRO ANGULO GURIDI (1822-1906)


 Angulo Guridi  poseyó cultura y aptitudes muy variadas. Político y educador, poeta y crítico, su pluma era tan ágil en la polémica periodística como documentada en sus ensayos doctrinales. Su obra “temas políticos” es una de las más serias y mejor escritas en la literatura jurídica hispanoamericana del siglo XIX.
Entre sus obras destacan: Observaciones sobre la reorganización política, Santiago de los Caballeros, 1957, 38 págs.- Santo Domingo y España, Nueva York, 1864, 52 págs. (Contra la anexión. Acerca del mismo tema publicó también por entonces numerosos artículos en la prensa de Caracas).-El triunfo liberal. Canto épico al ilustre americano A. Guzmán Blanco, Caracas, 1874, 11-51 págs.- Temas políticos. Examen comparativo-critico de las Constituciones de Hispano-América, el Brasil y Haití. Santiago de Chile, 1891, 2 tomos, 497 y 475 págs. (págs., 39-40)

ULISES FRANCISCO ESPAILLAT (1823-1878)


Su educación literaria parece haber sido más Francesa que castellana. Su prosa pertenece, desde este punto de vista, al momento en que nuestra literatura, como otras del continente, empezó a separarse del tronco ibérico para recibir influencias de Francia a través de sus libelistas políticos y de sus grandes escritores. La prosa de Espaillat conserva, a pesar de cuanto arriba se afirma, lazos espirituales muy estrechos con lo más noble de la cultura hispánica. (Balaguer, 1971).
Juzga el autor Balaguer en su ensayo de “Los Próceres Escritores” que Espaillat pertenece a los escritores que poseen, no el arte grande y rico de la composición elocuente o de las creaciones superiores, sino el más pequeño, pero tal vez más difícil, de quienes saben convertir una fruslería en un motivo de interés y en una obra amena. Cosas pueriles, aparentemente sin sustancia para cautivar la atención o para servir de estímulo al discurso, pasan a ser en sus manos pretextos para una disertación agradable sobre cuestiones de índole social y política o sobre aspectos superficiales de la cultura humana.
Obras: Escritos de Espaillat. Artículos, cartas y documentos oficiales. Santo Domingo, 1909, XX-443 págs. (Edición hecha por iniciativa de la sociedad “Amantes de la Luz” de Santiago de los Caballeros, en la que se recoge lo más importante de la producción de Espaillat. Preliminar de Federico Henríquez y Carvajal y proemio de Manuel de J. Galván). (Llorens, 1987). 

FERNANDO ARTURO DE MERIÑO (1833-1906)


Fernando Arturo de Meriño es el tipo del orador auténtico, el hombre verdaderamente arrebatado por la embriaguez del verbo. Es, entre todos los próceres de la República, el que más terminada nos ofrece la imagen del orador antiguo: una oración de Meriño, en efecto, es una fábrica donde denuncia orden y equilibrio: no hay en ella líneas que disuenen, ni ornamentos excesivos, ni detalles superfluos, ni falta de proporción o de armonía en el conjunto majestuoso. Pero eso sí: la fábrica aunque carezca de fasto exterior, es una inmensa catedral, resonante de himnos y poblada de arcángeles vengadores. Allí, bajo las bóvedas multisonoras, se elevan con vuelo incontenible, apóstrofes que invitan a la venganza y a la cólera, voces de perdón o de amenaza, ruegos que ablandan el pecho de los hombres, oraciones que serenan el cielo. (Balaguer, 1971).
Destaca Joaquín Balaguer en su obra “Los Próceres Escritores” que la elocuencia de Merino no es corriente en la lengua castellana. El egregio prelado, orador de estampa más bien clásica que romántica, no deslumbró a su auditorio con tropos rimbombantes ni mostró nunca la menor preocupación por el número o por el énfasis del discurso, casi siempre desprovisto en sus manos de despliegues eufónicos y de movimientos orquestales. Ninguna de sus grandes oraciones contiene frases altisonantes ni hipérboles desorbitadas.
Obras: Elementos de geografía física, política e histórica de la República Dominicana, Santo Domingo, 1868. Hay dos ediciones posteriores, la última de 1898, 184, págs.-Obras. Colección de algunos de sus trabajos oratorios, literarios, religiosos y políticos. Santo Domingo, 1906, 289 págs. (Prólogos de Arístides García Gómez y Manuel A. Machado).

JOSE GABRIEL GARCIA (1834-1910)



Fue diputado en 1873, y ministro en 1876, bajo la presidencia de Ulises Francisco Espaillat. Desde entonces vivió dedicado principalmente a los trabajos de historia nacional que ya había iniciado años antes. En su juventud escribió en “El Oasis” (1854) y la “Revista quincenal” (1860), periódicos de la sociedad “Amantes de las Letras”, entre cuyos miembros se contaba, y en “El Patriota” (1865). Posteriormente trató temas históricos y políticos en la “Revista Científica”, “El Mensajero”, “El Eco de la Opinión” y “El Teléfono”, entre otros periódicos. (Llorens, 1987).
Argumenta Vicente Llorens en su antología de la prosa dominicana que la labor realizada por José Gabriel García en la reconstrucción de nuestra historia nacional fue, por más de un concepto, verdaderamente extraordinaria, y sólo pudo llevarla a cabo, por otra parte, quien, como él, estaba poseído de un gran fervor patriótico. De “padre de la historia dominicana” le ha calificado don Américo Lugo, al mismo tiempo que reivindicaba sus condiciones de escritor, no tan ausentes de su obra como ha solido creerse.  
Obras: Compendio de la historia de Santo Domingo. Primera edición, Santo Domingo, 1867, 300 págs.; segunda edición en 2 vols., Santo Domingo, 1879-1882, 288 y 326 págs.; tercera edición, Santo Domingo 1893-1894-1900, 370, 370 y 556 págs.- Breve Refutación del informe de los comisionados de Santo Domingo dedicada al pueblo de los Estados Unidos, Curazao, 1871, 22 págs. (Opúsculo contra el proyecto de anexión a Norteamérica, firmado por varios dominicanos).-Rasgo biográficos de dominicanos célebres. Primera serie (única publicada), Santo Domingo, 1875, 191 págs.-Memorias para la historia de Quisqueya. Tomo I (único publicado), Santo Domingo, 1876, 260 págs.-Partes oficiales de las operaciones militares realizadas durante la guerra domínico-haitiana, recopilados y ampliados con notas. Santo Domingo, 1888, 46 págs.-Guerra de la Separación dominicana. Documentos para su historia, coleccionados y ampliados con notas, Santo Domingo. 1890, 76 págs. (Ampliación del folleto anterior, todo ello recogido ahora en la obra Guerra dominico-haitiana. Documentos para su estudio. Selección de E. Rodríguez Demorizi, Santiago, R. D.1944).-Controversia histórica entre “El Teléfono” y “El Eco de la Opinión”, Santo Domingo, 1891 99 págs. (Polémica en torno a Santana sostenida en 1889, desde las columnas de “El Teléfono”, con Manuel de J. Galván, en “En el Eco de la Opinión”).- Coincidencias históricas, escritas conforme a las tradiciones populares. Santo Domingo, 1891, 46 págs.- Nuevas coincidencias históricas, Santo Domingo, 1892, 22 págs.- El lector dominicano, Santo Domingo, 1894, (Libro escolar con selección de autores nacionales).- Colección de los tratados internacionales celebrados por la República Dominicana, Santo Domingo, 1896, 183 págs.- Historia moderna de la República Dominicana, Santo Domingo, 1906, 292 págs. (Continuación del Compendio. Llega hasta 1876).
Entre los trabajos no recogidos en volumen, merecen recordarse la citada biografía de Meriño, los comentarios a la Historia de la dominación y última guerra de España en Santo Domingo de González Tablas, en la “Revista Científica” (1844) y la campaña contra Heureaux en el “Eco de la Opinión” (1886).
Han quedado inéditos: la segunda parte de los Rasgos biográficos de dominicanos célebres, el principio de una geografía histórica de la República Dominicana, y abundantes notas, apuntes y documentos históricos.


martes, 3 de mayo de 2016

Origen de la Literatura Hispanoamericana

Literatura[1] (A. Literatur): El conjunto de la tradición escrita de un pueblo o conjunto de pueblos o de una época. Al conocimiento de la Literatura puede llegarse desde distintas perspectivas; y así; mientras que la historia de la Literatura aborda el desarrollo histórico de la Literatura de un pueblo o círculo cultural en sus temas, formas y representantes.
La historia literaria de la América Española debe escribirse alrededor de unos cuantos nombres centrales: Bello, Sarmiento, Montalvo, Martí, Darío, Rodo[2]. De manera que esto indica que el proceso de producción literaria de los pueblos de habla hispana del continente americano se forma a partir de sus procesos de conquistas de las independencias y formación del estado moderno de cada unas.
Se denomina Literatura Universal (Weltliteratur, concepto acuñado por Goethe) a aquella que abarca la Literatura de los distintos países, lenguas y pueblos, y, en sentido restringido, al estudio de aquellas obras que poseen validez universal y que han ejercido un influjo a escala internacional.



[1] Sagredo, José. Diccionarios Rioduero. Literatura I. España 1977.
[2] Henríquez Ureña, Pedro.  Camino de nuestra historia literaria 1925.