martes, 10 de mayo de 2016

EL PRINCIPE DE LA POESIA DOMINICANA

GASTON FERNANDO DELIGNE (1861-1913) 




Gastón Fernando Deligne, hijo de Gastón Deligne y Ángela Figueroa, nació en Santo Domingo el 23 de octubre de 1861. Al quedar huérfano, fue protegido por el presbítero Francisco Xavier Billini, en cuyo Colegio San Luis Gonzaga pudo realizar sus estudios, hasta el bachillerato. En su juventud se trasladó a San Pedro de Macorís. Allí vivió trabajando durante más de veinte años como jefe de contabilidad en una casa comercial. No intervino en política ni ocupó cargo oficial alguno.
Disciplinado y estudioso, dedicó su tiempo  y sus  recursos a su perfeccionamiento intelectual. Reunió una excelente biblioteca y llegó a poseer el latín y varias lenguas modernas. En torno suyo se fue formando un círculo literario, sobre el cual ejerció decisiva influencia, que traspasaba, por lo demás, los estrechos límites de aquel ámbito local. Con su propio nombre, o bajo diferentes seudónimos, colaboró en numerosos periódicos, principalmente en “El Teléfono”, “Letras y Ciencias”, “El Cable”, “El Lápiz”, la “Revista Ilustrada” y “La Cuna de América”, de Santo Domingo, y “Cuba Literaria”, de Santiago de Cuba. (Llorens, 1984).  
En sus estudios literarios don Pedro Henríquez Ureña dedica un espacio especial para estudiar la obra poética de Gastón Deligne.


ANGUSTIAS
Al poeta Arturo Pellerano Castro.     






Su mano de mujer está grabada
Hasta en el lazo azul de la cortina;
No hay jarrones de China,
Pero es toda la estancia una monada.
Con un chico detalle,
gracia despliega y bienestar sin tasa,
a  pesar de lo pobre de la casa,
a pesar de lo triste de la calle.
Cuando el ardiente hogar chispas difunde,
Cuando la plancha su trabajo empieza,
Para cercar de lumbre su cabeza,
en sólo un haz se aduana
el brillo de dos luces soberanas:
un fragmento de sol, en las ventanas;
un destello de aurora, en una cuna.

¡Qué cima del ayer a lo presente!...
Allá, en retrospectivos horizontes,
la desgracia pasó sobre su frente,
cual una tempestad sobre los montes.
¡Era muy bella, por extremo bella!;
y estuvo en su mirada
la candente centella
donde prendió su roja llamarada
la pira que más tarde la consume,
la que le hurto de tímida violeta,
con el tierno matiz, todo el perfume.
Fué su triste caída,
lo mismo solitaria que completa;
y como casos tales de amargura,
desde ella hasta Luzbel todo es lo mismo;
una vez desprendida de la altura,
cebó en ella sus garras el abismo.


Quedó al horror sumisa
con expresión que, por tranquila, espanta;
apagada en los labios la sonrisa,
extinguida la nota en la garganta.
Flotó en la hirviente ola
con el raudo vaivén del torbellino,
y se encontró…sentada en el camino,
entristecida, macilenta y sola…
                                                                   
Pero así como planta que caída,
después que la desnuda
rama por rama la tormenta cruda;
a pesar de la fuerza que la azota,
de la raíz asida
queda, y más tiernos sus renuevos brota;
cuando estaba su oriente más distante,
y más desfallecida la materia,
brotó la salvación dulce y radiante
 por donde entró señora la miseria.
Si es cierto que invisibles
 pueblan los aires almas luminosas,
hubieron de acudir a aquel milagro,
como van a la luz de las mariposas.


Así el suceso su mansión inunda
con tintes apacibles:
la gran madre fecunda,
naturaleza sabia y bienhechora,
miró piadosa su profunda pena,
palpó la enfermedad que la devora;
en su amor infinito,
la puso frente a frente de una cuna:
a la vez que vocero del delito,
de calma y redención anunciadora.
¡Quién dirá lo que siente
al verse de la cuna frente a frente!...
Su corazón se deslié,
y al hijo que es su gloria y su embeleso,
le premia con un beso, si es que ríe;
le acalla, si es que llora, con un beso.


Al calor que la enciende,
Cuántas cosas le dice,
que el diminuto infante no comprende,
tan tiernas a la par como sencillas.
¡Es un desbordamiento de ternuras,
sin valladares, límites, ni orillas!
De pronto, en su alma sube
 la hiel de sus pasadas desventuras;
y mientras surca y moja sus mejillas
 llanto a la vez de dicha y desconsuelo,
 cual si Dios la empujase desde el cielo,
¡Cayó junto a la cuna de rodillas!
Y ante el espacio estrecho
que ocupa aquella cuna temblorosa,
como se abre el botón de un alba rosa,
la rosa del deber se abrió en su pecho.

Reída arborescencia
La que de angustia el camino ensancha,
Escrita en surcos de la urente plancha
y en serena quietud de la conciencia.
¿Hay algo oculto y serio
 entre los pliegues de su afán constante?...
¿Anubla su semblante
la vagarosa bruma de un misterio?...
La audaz de la vecina
que, cual prójima toda, es muy ladina,
quita el misterio de la tupida venda,
desparrama la cosa
con todo ese chispear de vivas ascuas:
“El chiquitín, un sol; cerca las pascuas;
y le trae preocupada y afanosa el trajecito aquel que vió en la tienda”


Por eso, y así el Bóreas yazga inerme
O airado sople con violento empuje,
Angustias canta, el pequeñuelo duerme,
la plancha suena, la madera cruje.

Arturo Pellerano Castro (1865-1916)





MUERTE DEL POETA





Al sentirse visiblemente afectado por la terrible enfermedad que había llevado al sepulcro a su hermano Rafael, se suicidó. Ocurrió su muerte en San Pedro de Macorís, el 18 de enero de 1913. Por su originalidad creadora, por la profundidad y acabado desarrollo de sus temas, por su singular eficacia expresiva, Gastón Deligne sobresale entre todos los poetas dominicanos. Su tendencia es filosófica, esto lo plantea Vicente Llorens en su libro de “Antología de la Poesía Dominicana 1844-1944”.  “Para él como para Browning – dice Pedro Henríquez Ureña – todo es problema: la estructura de sus mejores poemas es el proceso espiritual que se bosqueja con brevedad, se desenvuelve con amplitud, culmina con golpe resonante y se cierra, según la ocasión, rápida o lentamente, en sintesis de intención filosófica”. Esta tendencia caracteriza también sus mejores composiciones políticas –como Ololoi –convirtiéndole en un “poeta nacional de nuevo tipo”, que en vez de entonar cantos heroicos o civiles, “medita sobre los problemas de la patria”.

Obras: Soledad, Santo Domingo, 1897, 25 págs. (poema).- Galaripsos, Santo Domingo, 1908, 216 págs. (poesías). – Romances de la Hispaniola, San Pedro de Macorís, 1913, 31 págs. (Edición y prólogo de Domingo Moreno Jiménez. Contiene cuatro composiciones).- Páginas olvidadas, Ciudad Trujillo, 1944, 311 págs. (Edición preparada y prologada por Emilio Rodríguez Demorizi. Recoge toda la producción  poética de Deligne rara. – Como Soledad -, dispersa o inédita y sus trabajos en prosa.
Consultar, además de los prólogos de Domingo Moreno Jiménez y Emilio Rodríguez Demorizi: Lucas T. Gibbes, artículos sobre Soledad en “El Quisqueyano” y “El Teléfono”, junio y julio 1887. – Eugenio María de Hostos, artículo sobre Soledad en “El Teléfono”, 7 de agosto 1887; reproducido por Emilio Rodríguez Demorizi en su libro Hostos en Santo Domingo, I, 1939.- Rafael A. Deligne, artículo en “Letras y Ciencias”, 5 agosto 1893. – Rafael Abreu Licairac, artículos polémicos en “Listín Diario”, junio-septiembre 1894, y replicas de Deligne en “El Teléfono”, bajo el seudónimo de Gumersinda Dávila y con su nombre.- Luis A. Bermúdez, en la revista “Prosa y Versos de Macorís del Este, septiembre 1895.- Américo Lugo, en “Listín Diario, 27 de febrero 1900.- Víctor M. Castro, en Del Ostracismo, 1904.- Osvaldo Bazil, articulo en “La Cuna de América”, 27 marzo 1904.-  Pedro Henríquez Ureña, articulo en la “Cuna de América”, 18 diciembre.- Américo Lugo, Bibliografía, págs. 102-103.- Pedro Henríquez  Ureña , articulo en “La Cuna de América”, 15 de junio 1907.-  Pedro Henríquez  Ureña, articulo en “La Cuna de América”, 11 octubre 1908, reproducido en su libro Horas de Estudio, 1910.- J.  Humberto  Ducoudray, articulo en “La Cuna de América”, Federico García  Godoy, capítulo de La hora que pasa, 1910- Manuel F. Cestero, Ensayos críticos, I, Gastón F. Deligne, 1911, 64 págs.- Marcelino Menéndez  y Pelayo, Historia de la Poesía- hispano-americana, I, en nota a la página 310.- Artículos  publicados en 1913, después de la muerte de Deligne, en “La Cuna de América” (Manuel F. Cestero, Arístides García Gómez, Dr. Miguel Antonio Garrido, Primitivo Herrera, Gustavo A. mejía), y en el “Listín Diario” (Vetilio Arredondo y Primitivo Herrera, entre otros). – “Crisantemos”, febrero 1913. (Número dedicado a Deligne con trabajos de Rafael Augusto Sánchez, Baldemaro Rijo, Aquiles Angulo Guridi y otros).- Ofrenda al poeta Gastón Fernando Deligne, San Pedro de Macorís, 1914, 106 págs. (Con trabajos en prosa o verso, de Federico Bermúdez, Quiterio Berroa, J. Humberto Ducoudray, Federico García Godoy, Porfirio Herrera, F. E. Moscoso Puello, Emilio A. Morel y otros).- Federico García Godoy, en La literatura dominicana, 1916, en capitulo reproducido en “La Cuna de América”, 30 septiembre, 8 octubre 1916.- Pedro Henríquez Ureña, Cuadernos de Poesía dominicana. (Museo Nacional).- Federico García Godoy, articulo en “Letras”, 21 de octubre 1917.- Osvaldo Bazil, en Movimiento intelectual dominicano, 1922.- Federico Henríquez y Carvajal, articulo reproducido en el mensuario “X”, septiembre 1925.- Trabajos varios en prosa y verso, en  Álbum del cincuentenario de San Pedro de Macorís, 1932.-Crispin Ayala Duarte, en Tratado antológico-critico de la literatura dominicana, “Boletín de Academia Venezolana”, I, 1934.-Articulos en “Listín Diario” y “La Opinión”, noviembre 1938, con ocasión de homenaje a Deligne sugerido por el Generalísimo  Rafael Leónidas Trujillo (Fabio Fiallo, Emilio Rodríguez Demorizi, Máximo Coiscou Henríquez y otros).-Abigail Mejía, Historia de la literatura dominicana, págs. 110-117.- Abigail Mejía, en la revista “América” de la Habana, julio 1939.- Emilio Rodríguez Demorizi, artículos en la “La Nación”, 10 abril 1940 y 24 agosto 1941.- Pedro Henríquez Ureña, en el capitulo Santo Domingo de la edición española de la Historia Universal de la literatura de S. Prampolini, vol. XII, 1941.- Emilio Rodríguez Demorizi, en Del romancero dominicano, 1943.-Pedro René Contín Aybar, en Antología  poética dominicana, 1943.- Héctor Incháustegui Cabral, artículos sobre lo humano en la poesía dominicana, en “La Opinión”, julio 1943.
Procedencia de los textos: Con excepción del romance Bayajá, (Publicado en “Páginas”, 15 agosto 1900 y reproducido por Emilio Rodríguez Demorizi en Del romancero dominicano, 1943) y de A sor de María de las Nieves (Publicada en la revista “Ateneo”, octubre 1912),las demás composiciones están contenidas en el libro Galaripsos.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario